La adolescencia es un periodo bastante temido por los padres. Es una etapa con unas características propias que la diferencian de la infancia y de la etapa adulta. Podríamos decir que empieza cronológicamente a los 12 años y acaba a los 18 años. Aunque cada persona vive la adolescencia de una manera, existen rasgos generales dentro de este periodo, como por ejemplo:
Cambios físicos drásticos. El típico “estirón”, descrito como un periodo de crecimiento acelerado en altura, peso, órganos internos y su sistema muscular y esquelético. En las chicas se inicia la menstruación y el crecimiento de senos y vello púbico y los chicos también desarrollan vello púbico y facial, además de cambios en la voz. Todo esto unido a un posible problema de acné, hace que estos cambios notables a nivel físico desestabilicen en alguna medida a nuestros queridos adolescentes.
Cambios intelectuales. En este período el adolescente desarrolla el pensamiento abstracto y la toma de decisiones. Empiezan a formar una personalidad de cara al futuro, y es entonces cuando experimentan con la ropa, la música, incluso empiezan a interesarse por temas políticos o sociales. En esta etapa se necesita tener una imagen más clara de “quién soy” y “hacia dónde me dirijo”, que en la infancia no es tan necesaria.
Cambios emocionales. Lo más característico de la adolescencia es la importancia del círculo de iguales, es decir, no sólo de sus amigos o amigas, sino también del entorno de su misma edad. Es muy importante sentirse aceptado por un grupo. Es en la etapa del ser humano en la que esta distinción es más importante. Lo que opinen los demás y si tengo muchos o pocos amigos, es de vital importancia para la mayoría de los adolescentes. También es relevante el sentirse valorados y escuchados por sus padres y familiares, así como sentir un mayor grado de libertad.
¿Cómo trato a mi hijo/a adolescente? Es normal que surjan ciertos roces en la convivencia con un adolescente, pero podemos superar esta etapa consiguiendo que nuestros chicos y chicas tengan una buena adolescencia y pasen a la etapa adulta de forma equilibrada. Aquí os dejo unos consejos:
Demostrar el amor: claramente, ustedes quieren incondicionalmente a sus hijos, pero no está de más hacérselo saber. En generaciones anteriores no era habitual escuchar de los padres un “te quiero” o recibir un abrazo sin motivo aparente, sólo por que apeteciera darlo. Debemos dejar la vergüenza a un lado y expresar los sentimientos de forma más abierta. Todo el mundo necesita cariño y si la persona se siente querida, sus emociones son más positivas.
Halagar: En general, al ser humano le cuesta menos comentar algo negativo que algo positivo. Este punto trata de que debemos potenciar los puntos fuertes de los hijos. Decirles abiertamente lo que nos gusta de ellos, lo cariñosos, responsables o educados que son, así como cuando tienen un buen gesto, por ejemplo: “me gustó como trataste a la abuela en el almuerzo al decirle que rica estaba su comida”. Cuando las personas se sienten valoradas su autoestima se refuerza notablemente. No se trata de estar continuamente “regalándoles” el oído, pero sí decirles todo aquello que los hace mejores para seguir reforzándolo.
Comunicación: este punto es de vital importancia. Hablar con ellos, interesándonos realmente por sus asuntos, sus amigos, sus problemas, sus estudios o trabajos. Debemos conocer sus intereses, música favorita y preguntarles de vez en cuando por cómo se encuentran. Una queja muy recurrente que me hacen los padres de hijos adolescentes es que apenas les cuentan sus cosas, o que contestan con monosílabos. No debemos preocuparnos, es un síntoma de su edad y de su particular visión del mundo. Es sólo una etapa y debemos seguir preguntando y sacando temas interesantes de conversación, de política, de cómo vemos el mundo, de religión, de salud. Dejar que tengan sus propias opiniones y respetarlas aunque no las compartamos.
Poner normas. Poner límites es importante. Piensan que son casi adultos para lo que les conviene y debemos actuar en consecuencia respecto a la edad que tienen. Explicarles el por qué estamos tomando esa decisión, por ejemplo, que no le dejamos quedarse en la fiesta de un amigo hasta las 5 de la mañana porque “es demasiado tarde para un chaval de 13 años”, o “a esa hora no es seguro que andes por ahí solo”, etc…
Respeto: hablarles y tratarles con respeto. Son un poco niños y un poco adultos, y valoran enormemente que se les trate de forma respetuosa. No debemos insultarles o hablarles de forma despectiva. Su autoestima y su equilibrio emocional se formarán de forma correcta si sabemos darle su sitio en la familia, y escuchar sus opiniones y aquello que tengan que aportar. También debo resaltar la importancia de hacerse respetar como padres, no debemos tolerar que nos traten con insultos, gritos o malos modos. Debemos ejercer un fuerte autocontrol para no ponernos a su nivel y enseñarles con nuestra conducta cómo actuar frente a un enfado o conflicto.
Apoyar y dejar cometer errores: si toman una decisión debemos apoyarles, por ejemplo, Lucía quiere hacer un módulo aunque sus padres preferirían que hiciese una carrera universitaria. Si el hijo/a adolescente tiene clara una decisión debemos apoyarles, a pesar de que se equivoquen. También es bueno equivocarse, de ello se aprende y es inevitable cometer errores en la vida. Dejar que los cometan les va a formar como personas que se desenvuelven en un futuro de forma más independiente. Si les evitamos los errores con nuestro “colchón” de estabilidad y tomamos por ellos las decisiones se pueden volver más dependientes en la madurez.
Facilitar experiencias: debemos dejarles disfrutar de la vida y que vivan todas las experiencias que puedan. Viajes, excursiones, salidas con amigos, deportes…nuestro temor a qué pueda ocurrirles algo siempre va a estar ahí, pero debemos dejarles volar y que vivan una vida plena y feliz. Aconsejaría fomentar el voluntariado. Los adolescentes son bastante egocéntricos en general, y sienten que todo gira alrededor de ellos. Salir de su mundo y encontrar otra realidad en la que ellos puedan participar y ayudar, puede serles de gran ayuda.
En definitiva, ser padres de un hijo/a adolescente puede ser una tarea menos compleja si aplicamos todo nuestro sentido común y afecto. Bajar la guardia y comunicarnos más con ellos. Hacerles sentir que los queremos y apoyamos y que aunque se equivoquen vamos a estar ahí para ayudarles. Ofrecerles alternativas es mejor que dar ultimatums, a pesar de que existen ocasiones en las que debemos ser inflexibles en nuestras decisiones. Para finalizar, comentaros que la adolescencia es sólo una etapa, que si la pasamos con éxito tendremos hijos maduros, equilibrados y adorables….suerte!!!!
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