Los piojos son uno de los insectos más desagradables con los que alguna vez hemos tenido ocasión de convivir. No por su aspecto, no por sus daños (más allá del típico picazón que hace rascarse la cabellera) sino porque automáticamente lo asociamos a un parásito que se nutre de nuestra sangre y sobre el que existe una mala reputación asociada a la miseria. Su entrada en las casas no se produce por vuelo o por tierra, sino transportado en la cabellera o el vestido de uno de los moradores de la vivienda, generalmente niños, ya que estos insectos se transmiten de una cabellera infestada a otra en los contactos normales de los niños cuando están en grupos, sean en pandillas o, más frecuentemente, en los colegios. Antiguamente los piojos estaban recluidos principalmente a capas sociales con escasa higiene, pero la generalización de la educación ha hecho que la pediculosis (situación en la que un individuo es parasitado por piojos) no distinga clases sociales y pueda aparecer en cualquier niño. Cuando este niño llega a la casa, dependerá de los hábitos de higiene que exista en la familia para que se propague o detenga la infestación a otros miembros de su familia.
Los piojos son unos diminutos insectos que pertenecen al orden Phthiraptera, un grupo de insectos primitivos (Neoptera) cercanos a las termitas, cucarachas, etc., pero completamente ápteros y de cuerpo transformado para la vida parasitaria que desarrollan. En la especie humana se conocen dos tipos de piojos: el piojo humano (Pediculus humanus) y el piojo del pubis o ladilla (Pthyrus pubis). El piojo humano ha sido subdividido en dos subespecies, una adaptada a los pelos de la cabeza (P.humanus capitis) y otra adaptada al cuerpo y vestidos (P.humanus corporis). Todos ellos son de aspecto aparentemente similar: forma alargada y aplanada, color parduzco, variando según la cantidad de sangre succionada y del color del cabello de la persona donde residen, de 2 a 4 mm de largo, siendo mayores las hembras. Carecen de alas y tienen un aparato bucal picador-chupador, con los que consigue alimentarse de sangre.
Su alimentación es, por tanto, hematófaga, siendo parásitos obligados (ectoparásitos) de comportamiento altamente específico con el huésped e incluso prefieren lugares determinados de su cuerpo, como ocurre en los piojos del hombre. Su ritmo normal de alimentación es de cada 4-6 horas, de forma que no sobreviven fuera del huésped más de 1-2 días. Para evitarlo procuran pasar toda su vida sobre el huésped, para lo cual han desarrollado adaptaciones que los habilitan para mantener un contacto cercano con él, como es su pequeño tamaño, las patas y garras fuertes para agarrarse firmemente al pelo. Carecen de alas y su cuerpo es inflado dorsoventralmente.
Tienen desarrollo heterometábolo paurometábolo, por lo que sus fases preimaginales no son de larva, sino de una ninfa de aspecto similar al adulto, pero de tamaño más pequeño. Durante su ciclo de vida el piojo hembra deposita los huevos o liendres abrazados a un pelo del cuero cabelludo (<6 mm), preferentemente en la nuca y detrás de las orejas. Las liendres son de forma oval, generalmente muy pequeñas, miden entre 0,3 y 0,8 mm, son de color amarillo o blanco. Cada piojo hembra coloca aproximadamente ocho liendres por día. Se desarrollan a temperaturas entre 22 y 36°C. En 6 a 9 días la liendre madura, y se libera la primera ninfa. El cascarón se torna más visible de amarillo pálido y se mantiene adherido al pelo. Las ninfas se van transformando en unos siete días más, madurando, pasando por tres estadíos hasta convertirse en parásitos adultos. El piojo adulto puede vivir hasta 30 días en la cabeza de una persona.
La pediculosis suele aparecer en un 5 al 20 % en colegios de países desarrollados. Esto es debido a básicamente dos razones principales: resistencia a insecticidas e incremento de los viajes.
Curiosamente, las mujeres se infestan más que los hombres, probablemente por tener cabelleras más largas, prodigar más contactos cabeza a cabeza y por diferencias en el contenido hormonal. En los últimos años la pediculosis ha pasado a ser un fenómeno tan frecuente que ya casi no llama la atención; antes era una enfermedad que se ocultaba, ahora es un hecho casi habitual en la vida del niño en etapa escolar. Pero la pediculosis no solamente es una molestia, sino que puede afectar al rendimiento escolar, e incluso producir daños graves en el organismo. El piojo del cuerpo es mucho más raro actualmente, fue importante en las trincheras de las guerras del siglo pasado. En cuanto al piojo del pubis, también es una rareza actualmente, siendo transmitido en el acto sexual, siendo un molesto compañero de la prostitución, pero hoy día la higiene ha disminuido su incidencia.
Por este motivo, hay que atajar la infestación al primer síntoma, siendo la primera operación la revisión del cabello, para detectar adultos, ninfas o liendres. Las maestras o maestros deben alertar a los padres de niños que se rascan. Confirmada la menor existencia de estos insectos, conviene darle un tratamiento, siendo el más eficaz, el químico. Los llamados pediculicidas son tratamientos bastante eficaces a la hora de eliminar tanto piojos como liendres pero hay que saber que no existe ningún método capaz de eliminarlos al 100%., hecho por el cual se recomienda realizar un segundo tratamiento a los 7-10 días del primero. No es conveniente hacer tratamientos químicos con carácter preventivo, se debe confirmar antes, siendo la forma más eficaz de evitar su aparición, la revisión periódica (una vez a la semana: el viernes) con una lendrera. También se desaconseja realizar rapados de cabello, pues además de innecesarios contribuyen a estigmatizar al niño.
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