El espectáculo flamenco ‘Caída del cielo’ ha sido galardonado con el premio Max 2017 a la mejor coreografía y mejor intérprete femenina de danza. La bailaora malagueña Rocío Molina regresó al Teatro Cervantes de Málaga con ‘Caída del cielo’.
Llegó al 35 Festival de Teatro de Málaga con sus tres premios Max de las Artes Escénicas en el bolsillo: en junio de 2017, las manzanas con antifaz diseñadas por Joan Brossa “rubricaron la valía” de Molina como mejor intérprete de danza y de su obra como la mejor coreografía y la de mejor iluminación –para Carlos Marquerie–.
Esta obra es un viaje, un tránsito, un descenso. A través de las luces y las sombras. Rocío Molina, guiada por su baile –que es intuición y materia-, nos precipita en el silencio, la música y el ruido de territorios desconocidos. Lo palpable y lo que se oculta a nuestros ojos se materializan en su cuerpo. Baila y establece una relación diferente con el suelo. Su baile nace entre sus ovarios y esa tierra que patea, convertido en la celebración de ser mujer. El flamenco que propone en Caída del Cielo ahonda en sus raíces y al mismo tiempo las enfrenta, colisionando con otras maneras de entender la escena y con otros lenguajes, en una expresión sin domesticar. Este descenso o caída es el viaje sin retorno de una mujer, pero Rocío no nos conduce ante la imagen invertida de El ángel caído, como le ocurrió a Dante en su Comedia, sino que nos lleva a un espacio de profunda libertad. En el camino se quiebra el alma, sumergida en un mar denso y opaco, en un paisaje oscuro plagado de luciérnagas que nos elevan hacia paraísos oscuros. Esta obra es un viaje, un tránsito, un descenso. Desde un cuerpo en equilibrio a un cuerpo que celebra ser mujer, inmerso en el sentido trágico de la fiesta.
Caída del cielo, última creación de Rocío Molina, comienza su gestación en el verano de 2015. Es un trabajo de equipo coproducido junto al Théâtre National de Chaillot para el que ha contado con el autor, director e iluminador Carlos Marquerie, la bailarina y coreógrafa Elena Córdoba, los músicos Eduardo Trassierra, Pablo Martín Jones, José Ángel Carmona y José Manuel Ramos “Oruco”, y la diseñadora de vestuario Cecilia Molano. Una pieza construida como tránsito entre contrarios en la que el movimiento se atreve al equilibrio y la desmesura, a la belleza y a lo grotesco, a la sobriedad y la voluptuosidad, a lo ortodoxo y a lo políticamente incorrecto. Una reivindicación de la voluntad del cuerpo expuesto al riesgo más allá de los límites.
Foto: Lorenzo Carnero
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