El gigantón, también conocido como árbol del cielo, ailanto o zumaque falso (Ailanthus altissima) es un árbol (fanerófito) caducifolio de la familia Simaroubaceae, originario de China, que alcanza hasta 27 m de altura. Sus hojas son compuestas, imparipinnadas, con 7-9 pares de folíolos ovados o lanceolados con la base algo lobulada. Flores unisexuales, de color verde, dispuestas en panículas de hasta 30 cm de longitud, fétidas, especialmente las masculinas. Futo en sámara, alargada (hasta 5 cm de longitud), con el ala escotada en uno de los lados y las semillas en posición central, de color variable de amarillento a pardo-rojizo.
Suele encontrarse en suelos bien drenados de ambientes ruderales y viarios (taludes de carreteras) y, en ocasiones, de arroyos o áreas riparias y periurbanas más o menos degradadas. Florece de marzo a junio. Tiene reproducción sexual y vegetativa (brotes de cepa y raíz que pueden aparecer a varios metros de la planta madre) y sus semillas se diseminan por el viento, gracias al ala membranosa de su sámara (anemócora), dependiendo de la intensidad del viento para alejarse de la planta matriz.
Esta planta tiene pocos requerimientos ecológicos, siendo muy tolerante, hecho que explica su rápida adaptación por todo el territorio andaluz. Soporta las heladas, las oscilaciones térmicas y la sombra densa, tolerando menos la salinidad y el encharcamiento. En estas condiciones tiene un crecimiento muy rápido, y una alta capacidad de rebrote, incluso tras incendios, tolerando altos niveles de contaminación atmosférica, pudiendo desarrollarse de modo vigoroso tanto en condiciones de insolación intensa como bajo sombra; las hojas y la corteza contienen compuestos aleloquímicos que inhiben el desarrollo de otras especies vegetales bajo su copa y la hacen impalatable para la mayoría de herbívoros.
En su lugar de origen ha tenido diversos usos, como el medicinal, por sus propiedades astringentes, antihelmínticos, antidiarreico y emético, aunque en dosis inadecuadas puede ser purgante; también se ha utilizado para fabricación de papel y como colorante (amarillo) para la lana. En los países importadores se ha utilizado principalmente como árbol de sombra y para consolidación de terrenos. jardinería, donde se usan los pies femeninos por la menor fetidez de sus inflorescencias. También jardinería, aunque está poco representada en jardines andaluces. Ocasionalmente empleada en alineaciones en calles, paseos y carreteras, así como para fijar terrenos inestables o construir barreras cortavientos.
Su principal impacto es ecológico, por su carácter invasor proviene de la capacidad de crecimiento rápido y de rebrote, incluso tras incendios. Por otra parte, por su vigor y fuerte carácter alelopático desplaza a la vegetación natural preexistente o impide su regeneración en el futuro bajo la copa (donde además, se acumulan grandes cantidades de hojarasca que sólo son degradadas con dificultad). Pero también tiene un importante impacto económico, al reducir la patabilidad para el ganado de las plantas que crecen bajo este árbol y por la fetidez de las flores que hace que la miel tenga un sabor desagradable, devaluando el producto final. En la ciudad, sus raíces pueden producir daños en el alcantarillado y en cimientos de viviendas. Algunos estudios han revelado que producen un daño grave al microbiota edáfico (ej. alteración de las comunidades edáficas de bacterias y hongos descomponedores). Su carácter tóxico probablemente lleva asociado una pérdida de diversidad de insectos en el interior del rodal. Cualquiera de las especies vegetales y sus comunidades que coexista en los mismos biotopos que coloniza esta especie (que, afortunadamente, suelen ser ambientes degradados, por lo que no se puede hablar de un impacto grave sobre los ecosistemas naturales andaluces de modo general) pueden verse afectadas (generalmente nativas viarias), ya que sus compuestos fenólicos impiden la germinación y el crecimiento de las plántulas.
Su tolerancia a los factores climáticos le ha permito extenderse por gran parte de Andalucía Oriental, incluidas áreas naturales como el Parque Natural de Tejeda y Almijara y el Paraje natural de los Acantilados de Maro-Cerro Gordo, pero por alguna razón apenas ha alcanzado Andalucía occidental.
Para su control se recomiendan métodos físicos (tala en adultos y arranque de raíz en plantones) y químicos (herbicidas) combinados. Es menos costosa la retirada completa de plántulas (incluyendo raíces). Para evitar la diseminación de semillas; en todos los casos, a los restos (tocones, fragmentos de raíces que no se han podido arrancar, etc.) deben aplicarse herbicidas sistémicos al final de la estación vegetativa (específicos para hojas o, mejor sobre especiales para tocones). La dificultad de erradicación es medio si la invasión está muy localizada y el tamaño poblacional es bajo, pero en casos graves la dificultad es alta y a escala andaluza, se ha considerado de dificultad media-alta, siendo recomendable en espacios colindantes con otros de interés para conservación.
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