El lunes por la mañana, el rostro de la seño radiaba felicidad y mucho más cuando encontró a Marisa. Hablaron, pero no pude escuchar su conversación. Podría apostar que hablaban de mi tío. Si yo los reuní, ¿por qué me ignoraban? A lo mejor salía ganando, ¿cómo?, ganando una tía si llegaran a casarse. A petición mía, mamá se encargaría de informar a la seño como los reuní.
Ni corta ni perezosa se lo soltó nada más verla.
—Pillastre, ¿por qué no me lo contaste –me dijo dos días después.
Me hice un poco el longui.
—Gracias a ti conocí al hombre de mi vida. Muchas gracias Peto –dijo emocionada.
Después me besó delante de toda la clase. Eso de tener una tía profe, es una bicoca.
Aquella noche quedé dormido con el diccionario en la mano y apareció la voz del bisa.
—¿Qué quieres Peto? –preguntó sin llamarlo.
—¿Cómo es que resuelves con tanta rapidez los casos que te planteo?
—Tengo millones de espíritus como ayudantes.
—Es lucrativa la profesión de detective? –pregunté por preguntar algo.
—Mucho, sobre todo si eres famoso. Cobrando las primas de los seguros o las recompensas por dar pistas, en poco tiempo te forrarías. Tú eres menor para ser detective, pero si tu tío montara una agencia, podrías ser su asesor y resolver los casos desde tu casa.
Por la mañana pregunté a mamá por los estudios del tío Jesús, por si eran compatibles con la profesión de detective.
—Derecho e Informática. ¿Por qué me lo preguntas? ¿Piensas imitarle?
De eso nada. Yo seré detective y estaré buscando siempre la verdad donde se encuentre. Veré las cosas que otros no vieron, aunque sea con una buena lupa; oiré hasta el silencio del viento en calma, el ruido que hace el pedúnculo de una hoja al desprenderse de la rama, el de un avión de papel surcando el aire y la explosión de una pompa de jabón jugando con la gravedad; resolveré cualquier misterio, sospecha o duda que surjan en mi camino. Aclararé robos y secuestros, y seré una pesadilla para los delincuentes. Si tengo que estudiar leyes cuando sea mayor, ¡estudiaré leyes! Los delitos de sangre, los obviaré: el líquido rojo me pone enfermo.
—¡Bravo, bravo!–exclamó mamá aplaudiendo mi improvisado discurso-. Te salió bordado Peto, si te dedicaras a la política, triunfarías.
Dejé a mamá en la cocina para encerrarme en mi cuarto.
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