Otro diminuto animal que, como los piojos, actualmente se contemplan como rarezas, son las pulgas. No hace mucho, las pulgas eran relativamente corrientes en las calles, donde la falta de higiene facilitaba el desarrollo de las larvas y los adultos llegaban a nuestras casas adheridos a la ropa, donde llegó con algunos de sus proverbiales saltos. Actualmente es más corriente ver este tipo de insectos en nuestros animales de compañía, principalmente perros y gatos, pero eventualmente se conocen brotes que aparecen incluso en lugares públicos como colegios, cines, etc.
Las pulgas son insectos pertenecientes al orden Siphonaptera, nombre que alude a una de sus características más evidentes: la falta de alas. Posiblemente sus antepasados fueran insectos alados, pero la adaptación a la vida parásita les ha favorecido la pérdida de las alas y, en cambio un fuerte desarrollo muscular de las patas posteriores, con las que dan saltos extraordinarios que pueden usar como medio defensivo y como medio de alcanzar sus huéspedes potenciales.
Las pulgas que podemos encontrar en nuestras viviendas, además de la pulga común (Pulex irritans) es la pulga del perro (Ctenocephalides canis) y la pulga del gato (Ctenocephalides felis).
Morfológicamente son insectos pequeños (de 1,5 a 3,3 mm de largo) sin alas, muy ágiles, de color generalmente oscuro (por ejemplo, la pulga de los gatos es de color rojizo-parduzco), que cuentan con un mecanismo bucal de tubos especialmente adaptado para poder alimentarse de la sangre de sus huéspedes. Tienen el cuerpo comprimido lateralmente, lo que les permite desplazarse con facilidad entre los pelos o plumas del huésped. Tienen las patas largas y las traseras están adaptadas para el salto, que puede ser de hasta 18 cm en dirección vertical y 33 cm en dirección horizontal. Esto representa una distancia de hasta 200 veces su propia longitud, lo que convierte a las pulgas en el mejor saltador entre los animales en relación con su tamaño corporal. El cuerpo de la pulga es duro, pulido, y está cubierto con muchos pelos y espinas cortas dirigidas hacia atrás. Esta característica les asegura un tránsito fluido entre los cabellos del huésped. La dureza de su cuerpo les permite soportar grandes presiones (probablemente como resultado de una adaptación para sobrevivir el rascado, etc.), incluso la ejercida por los dedos humanos.
A diferencia de los piojos, las pulgas son insectos holometábolos, es decir, tienen metamorfosis completa y pasan por un completo ciclo vital consistente en larva, pupa y adulto. El periodo en que se completa el ciclo de huevo a adulto varía de dos semanas a ocho meses dependiendo de la temperatura, humedad, alimento y la especie. Normalmente, tras alimentarse de sangre, la hembra deposita entre 15 y 20 huevos por día hasta 600 en toda su vida, usualmente sobre el hospedador según la especie, aunque las pulgas tienen preferencias pero no obligadas. Los huevos depositados sueltos en el pelaje caen en su mayor parte por todos sitios, especialmente donde el hospedador descansa, duerme o nidifica (alfombrillas, alfombras, muebles tapizados, cajas del perros y gatos, perreras, cajas de arena, etc.). Los huevos eclosionan entre 2-14 días después de la puesta. De ellos salen larvas vermiformes de vida libre. Las larvas se refugian en las grietas y hendiduras del suelo, a lo largo de los rodapiés, bajo los bordes de las alfombrillas, en muebles o camas, dentro de las edificaciones. Si el desarrollo es a la intemperie tiene lugar en suelos de arena o grava (cajas de arena húmedas, bajos de las casas sucias, bajo los arbustos, etc.) donde el hospedador puede descansar o dormir. La arena y grava son muy adecuadas para el desarrollo larvario. Las larvas son ciegas, evitan la luz, pasan por tres mudas larvarias y tardan de una semana a varios meses en desarrollarse. Su alimento consiste en sangre digerida de las heces de pulgas adultas, piel muerta, pelo, plumas y otros restos orgánicos (las larvas no chupan sangre como los adultos). Las pupas maduran al estado de adultos dentro de un capullo de seda tejido por la larva, al que se adhieren pelo de las mascotas, fibras de las alfombras, polvo, trozos de hierba y otros restos. En alrededor de 5-14 días emergen las pulgas adultas o pueden permanecer en reposo en el capullo hasta detectar vibración (movimiento de personas o mascotas), presión (el animal hospedador apoyado sobre ellas), calor, humedad o dióxido de carbono (significando que una potencial fuente de sangre está cerca). La mayoría de las pulgas pasa el invierno en el estado de larva o pupa con mejor supervivencia y crecimiento durante inviernos cálidos y húmedos y la primavera.
Las pulgas son poco frecuentes en nuestras viviendas, aunque eventualmente se conoce algún que otro brote en determinados lugares. La mejor prevención es la higiene y evitar los hábitats propicios para el desarrollo de las larvas. Es preciso recordar que las pulgas pueden ser huéspedes intermediarios de cestodos (tenías o solitarias) como Dipylidium caninum o Hymenolepis diminuta los cuales pueden parasitar al hombre. Otras pulgas más extrañas han sido históricamente transmisoras de enfermedades epidémicas, como el tifus y la devastadora peste bubónica, transmitida entre roedores y humanos por la pulga de la rata de alcantarilla (Nosopsyllus fasciatus) y la pulga de la rata negra (Xenopsylla cheopis), que afortunadamente están hoy día más controladas. La reacción habitual en la piel del ser humano ante la picadura de pulga es la formación de un círculo pequeño, de color rojo, con un punto en el centro, una pequeña hinchazón y bastante picazón. Es preciso limpiarla bien y aplicar un antiséptico, evitando el inconsciente rascado. Si se detectan en los animales de compañía, hay que llevarlos al veterinario y si es una zona infestada se puede fumigar con productos químicos, pero es preferible el control de plagas profesional.
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