El día a día es enfrentarse a problemas, conflictos y adversidades, de mayor o menor magnitud. ¿Por qué hay personas que parecen mostrar una gran fortaleza ante los problemas y otras se vienen abajo y se ponen tristes o ansiosas incluso ante pequeños problemas?
La clave está en la resiliencia, término que se usa para referirse a los materiales que se doblan sin romperse y después recuperar su forma original. Por ejemplo, cuando los juncos se doblan por la fuerza del viento pero que vuelven a su forma y no se rompen. En este sentido, las personas más resilientes muestran una mayor capacidad de afrontar la adversidad. Los psicólogos vamos a intentar siempre potenciar que nuestros pacientes sean más resilientes, más fuertes y con mayor capacidad de adaptación a sus circunstancias. ¿Cómo se puede lograr esto? Hay que tener en cuenta que cada persona nace con una predisposición genética única y luego hay que sumarle las circunstancias personales que le han rodeado desde la infancia, pero aún así se puede amplificar enormemente la capacidad de ser resiliente.
- Identificar las emociones. Muchas veces nos sentimos mal pero no sabemos identificar ese malestar ni qué lo ha ocasionado en su raíz. Si te sientes mal, primero ponle nombre a esa emoción, ¿es rabia?, ¿tristeza?, ¿nerviosismo?… este paso es muy importante, ¿cómo me siento?, ¿qué es lo que siento?
- Buscar el origen de ese malestar. Una vez identificada la emoción que nos causa el malestar, debemos pensar por qué me siento así. Pero no, por ejemplo, quedarnos en “he discutido con mi madre”, sino ir más allá y pensar qué pensamientos y sentimientos han provocado que me haya sentido mal. ¿Qué has pensado durante el proceso? ¿Por qué te sientes triste o enfadado o molesto? Intenta llegar más profundamente a la raíz del problema.
- Relativizar nuestros problemas. Para nuestra salud mental es muy importante que le demos a cada problema la dimensión e importancia que merece. ¿Realmente esto que me preocupa es tan importante? ¿debo estar dándole vueltas y vueltas a algo que no tiene importancia de verdad? Este punto es algo más complejo, ya que depende de la situación de cada persona, ya que un problema pequeño puede ser una catástrofe, si esa persona en su vida no ha pasado por situaciones difíciles o duras de verdad. En este sentido debemos mirar a nuestro alrededor y pensar que la mayoría de las veces, el problema no es tan grande y que nos preocupamos por cosas nimias. Pero de eso se da uno realmente cuenta cuando aparecen las verdaderas piedras en el camino.
- Aceptación. Cuando aparece una situación complicada para nosotros, aceptar esa situación forma parte de hacerse más resiliente. Hay situaciones difíciles de aceptar, eso está claro, pero el mirar de forma objetiva hacia el problema y decir, “está bien, ahora me toca a mí, ¿qué puedo hacer frente a esto?, ¿cuál es la manera más sana para mí de enfrentarme a este problema? En este punto, nos daremos cuenta de que el cambio forma parte de la vida misma e ir aceptando poco a poco, a nuestro ritmo esos cambios es lo más equilibrado que podemos hacer para nuestro bienestar.
- Buscar soluciones. Hay problemas que tienen solución y algunos, por desgracia no la tienen. Si tienen solución, podemos pensar en diferentes alternativas de solucionarlos y sobre todo siempre piensa qué es aquello que te va a hacer sentir mejor al final. Si crees, por ejemplo, que te va a hacer más feliz retomar la relación con un amigo con el que te has enfadado, toma las riendas e intenta resolverlo. Lo más importante es qué hacer para que al final tú te sientas mejor y más feliz. Sin embargo, en aquellos problemas en los que no creemos que tengan solución, nos puede venir bien dejarse llevar e intentar vivir cada día de la mejor manera que esté en nuestra mano. Puede que al final ese problema se solucione y no lo esperabas pero si no es así, intenta rodearte y apoyarte en aquello que te haga sentir bien. Puede ser el apoyo de personas con las que estás a gusto o también apoyarte en aquellos hábitos saludables que te van a dar equilibro mental o emocional, leer, pasear, hacer deporte, hacer alguna actividad que antes no habías hecho y siempre habías tenido ganas de hacer…tu mente debe esforzarse por buscar alternativas y soluciones, no perder energías en recrearse una y otra vez en esos pensamientos negativos que te llevan a sentirte mal.
- Buscar un equilibrio. Prácticamente todas las personas van a sentir que tienen problemas o que en momentos determinados de sus vidas las cosas no son como les gustaría. Algo que puede resultar útil es parar un poco y pensar, ¿cómo quiero que sea mi vida dentro de las circunstancias que me rodean? Es decir, con las cartas de la baraja que me han tocado, ¿qué puedo hacer?, ¿me rindo y no sigo jugando o sigo intentándolo, dando lo mejor de mí a ver qué ocurre? Si intentas tener de manera realista pero a la vez optimista una visión de cómo quieres que sea tu vida, ese objetivo tiene mayor posibilidades de dirigirse hacia allí, aunque a veces no sea en línea recta y nos encontramos con algunos baches.
No te rindas, sé fuerte, sé optimista, sé resiliente. ¡Feliz Navidad!
“Puede que mi granero se haya quemado, pero ahora puedo ver la luna”. Mizuta Masahide (poeta y samurai japonés, siglo XVII)
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