—¡Está bien chiquilla! –exclamó Marina que había entrado en el salón pequeño para dar el visto bueno.—Deja un hueco en el centro para las flores que hay en la cocina.
—Ya he sacado seis euros de propina –susurró en mi oído como si fuera una millonada.
—Ya sé donde hiciste la primera comunión.
—¡Ya!, es imposible que en dos horas lo hayas averiguado.
—Te informaré: hiciste la comunión con tu primo Paco y lo celebrasteis en casa de tu abuelo Ricardo, que era el alcalde de un pueblo con menos de doscientos habitantes. Desayunasteis…, y eso es todo.
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